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Argentina 8 Alejandra, una historia de sol y playa.

Alejandra es mayor, como de más de sesenta. Se le nota la cuna: siempre comió de caliente y escuchó con papa a Mozart desde la infancia.Tiene porte y sabe sentarse, estar, usar la expresión adecuada y también sabe cuando tiene que marcharse. Es rubia platinada de bote aunque el platino se esta oxidando, con lo que su cabello hace juego con su rostro huérfano de un tiempo a esta parte de las cremas que la acompañaron desde la adolescencia. Todavía le quedan algunas prendas de vestir casi raídas que la identifican y la distinguen entre la multitud. Alejandra se presenta educadamente en las mesas de las terrazas de la playa de Mar del Plata y, elegantemente, intenta vender calcetines de niño, que ella misma confecciona,  para poder llegar al choripan al final del día. Alejandra sabe que en los comercios de la calle peatonal, debajo del precio de las prendas de ropa o las zapatillas deportivas pone el precio de las cuotas y cuantas son, caso de que se prefiera pagar a plazos, pero ella vende al contado.Alejandra desconoce las modernas técnicas de venta o marketing, y para vender habla de la vida, de arte, de lo vivido y lo mismo cita a Machado o Borges,  que comenta una función de opera o un concierto sacado del túnel del tiempo pasado que, evidentemente, fue mejor. Cuando la venta es imposible Alejandra confiesa que esta desesperada, que si la crisis, que si las amistades de siempre resultaron ser de nunca, que estos tiempos la llevaron a aprender el arte de la supervivencia día a día, minuto a minuto. Alejandra se aleja por la playa de la perla de Mar del Plata con una bolsa  llena de calcetines de niño el día en que comienza el otoño y en Valencia empieza la primavera, muy cerca de donde unos desaprensivos han maltratado la estatua de Alfonsina Estorni.

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