Tarde de fados en Oporto 05.08
En la Rua Manuel II, existe el local ‘O Boteko’ , donde los sábados hacen “Tarde de fados”.
Hay que ir pronto para coger sitio y la gente se sienta alrededor de unas mesas corridas donde, una vez acomodado no puedes mover ni las manos: todos apretaditos para el espectáculo.
El ambiente es distendido y solo se ponen serios para exigir silencio en cada una de las actuaciones, que van desfilando con lo mejor de su repertorio en un improvisado escenario, junto a la puerta de entrada, decorado para la ocasión: dos guitarras clavadas en la pared, dos estanterías de cerámica del país, unos mantones de Manila claveteados y tres o cuatro sombreros mexicanos que no se sabe a santo de qué.
Los dos músicos, de cara impasible, presentan un aspecto que si te los encuentras por la calle les das un euro y empiezas a correr.
Es un lugar de aficionados, de amantes del fado, que cobran solo lo que consumen y se incorporan a la fiesta desde sus ocupaciones cotidianas.
Ellos usan corbata y a veces traje, y ellas sacan de una bolsa de plástico un mantón para acompañarse en el canto.
Casi todos cierran los ojos al cantar y los músicos continúan acompañándolos sin expresar ninguna emoción: impasible el ademán.
Una de las cantantes, casada con un alemán con cara de bulldog, se acompaña de una carpeta de letras de sus canciones favoritas que repasa antes de lanzarse a lo suyo.
El presentador, trajeado y encorbatado va anticipando lo que va a venir pidiendo, cada vez, mas aplausos.
Un espontáneo se lanza con una poesía sobre la grandeza de Portugal, pero la atención que él esperaba no se ve correspondida. Se cabrea, le da una patada a una silla y se retira a mitad de la oda.
Sale de nuevo otro que nos sitúa en la edad de los participantes: asegura tener 78, y parece de los más jóvenes. Durante la ejecución, en el estribillo, se emociona y la prótesis dental se le sale del sitio, recompone la canción y la dentadura y termina el fado entre aplausos.
Con una ligera pausa, van desfilando hasta una docena de fadistas de ambos sexos.
Cuando el presentador, que es además el dueño del bar, está en su tarea, sale a servir las mesas, desde detrás de la barra una señora encorvada, de aproximadamente doscientos años, prima hermana de Nosferatu, a atender a los clientes.
Todo invitaría a tomarlo como un viaje nostálgico en por el túnel del tiempo, pero, cuando los asistentes-fadistas reconocen una canción, se ponen todos a cantar, te recorre la espalda un escalofrío de emoción y de sana envidia, porque en tu tierra estas cosas no pasan.
O Boteko
Rua de D. Manuel II
3 cervezas, dos albóndigas de bacalhau y una ración de Papas de Sanabulho (una especie de morteruelo hecho de sangre, pollo y miga de pan), mas doce actuaciones (dobles) de fados tristes y melandólicos.
Total: 6 euros, 70 céntimos.
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