Marzo 03.11
Al llegar el mes de marzo y ver a las primeras falleras salir de las peluquerías con los moños, y los primeros niños tirando petardos a deshoras, me invade tal emoción fallera que dudo que mi corazón pueda resistir el cúmulo de emociones: mascletaes, castillos, pasacalles, verbenas, y, sobre todo la ofrenda, revuelven mis intestinos valencianeros y no puedo evitar tener taquicardias, malas digestiones y altibajos emocionales que no traen nada bueno en la edad que tenemos.
Es tanta la emoción que últimamente me iba al norte de África para no sufrir tanto, pero la metereología dice que soplan vientos muy raros por esa zona, y aprovechando las delicias de la compañía aérea mas democrática me voy para Sicilia (16 euros ida y vuelta), donde seguiré sin perderme detalle los premios del ninot y del llibret, el de las calles con luminarias y los de las fallas de todas las secciones.
Pero, sobre todas las cosas, el privilegio de tener una carpa debajo de mi ventana con música hasta altas horas y los niños desinhibidos sin ningún tipo de control paterno o materno ocupando la calle con gritos, quemando papeleras en un alarde de libertad, me conmueve de tal manera que tengo que poner distancia entre tanta emoción y yo.
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