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cuidadokechema

Ayahuasca 10.11

Aunque no tenía mucho interés, esta vez (la segunda) me decido hacerlo acompañando a un viajero solitario y una pareja heterosexual (los tres argentinos).

El lugar elegido y del que tenían buenas referencias es una especie de spa a la peruana situado  en la selva a unos kilómetros de Iquitos donde, a base de ayahuasca curan otras enfermedades principalmente a gringos que estaban alojados en cabañas entre los árboles.

La escenografía es de película: cabañas grandes hechas de palos y paja para las ceremonias, comedor y biblioteca, cabañas mas pequeñas para alojarse y un ambiente como muy ‘espiritual’ donde casi nadie habla de nada y vagan por entre los árboles como reflexionando (en inglés) acerca del motivo de su estancia.

Llegamos a media tarde y tenemos acceso a un té (naturalmente sin azúcar) y a preparar el cuerpo para el asunto.

Nos anuncian que el chaman  empezará la cosa como a las nueve y poco antes los extranjeros van saliendo de sus lugares y como los pitufos van acudiendo a una cabaña redonda donde hay instaladas unas colchonetas  con una mantita por si refresca y un recipiente al lado para los vómitos que produce la purga.

En realidad, la ayahuasca es la mezcla de una liana largamente a cocción con una hierba alucinógena: la primera te hace limpiar totalmente el cuerpo por arriba y por abajo y la segunda te da un viajecito.

Evidentemente, cuanto más has ayunado mas garantías tienes de viajar.

Nosotros hemos estado todo el día con frutas para facilitar el asunto.

Unas velas iluminan el recinto y todo el mundo va ocupando sus asientos en silencio y así permanecemos un buen rato.

Después, el chaman llama a uno y, desde él, y según las agujas de un reloj van acudiendo a tomar el trago.

Se trata de un líquido de color marrón que es lo más horrible que yo haya probado jamás.

A continuación, apagan las velas y en absoluto silencio esperas sus efectos.

Como a partir de ahí yo al menos perdí la noción del tiempo, solo recuerdo que de pronto te pones a vomitar hasta la primera papilla y nada mas terminar de hacerlo, una implosión de colores, formas y dimensiones muy extrañas ocupan tu cerebro y tu visión.

En ese mismo instante, un chaman primero y unos cuantos después comienzan unos cantos repetitivos que te van acompañando a lo largo de todo el viaje.

Aunque hay gente que asegura que puede dirigir o elegir sus alucinaciones, la sensación que tuve yo es de que aquello era tan potente que no se podía controlar, sino dejarte llevar por las puras sensaciones.

Tampoco puedes incorporarte hasta mucho después, y no sabes si te estas moviendo o permaneces quieto.

La cosa empieza a  bajar de madrugada cuando van cesando los cantos y los gringos pitufos vuelven a sus casitas del bosque.

Como en el precio entraba el desayuno pudimos comprobar lo frugal de la dieta (quinoa, avena, té y pan), con lo que se explica las sonrisas beatíficas y la extrema delgadez de los inquilinos.

Como con  todos los alucinógenos, los efectos son diferentes según cada persona.

Un aprendiz que nos habló antes de la ceremonia nos explicaba que en los vómitos salen los pecados para después recibir a dios, y es que cada cual trata de encontrar lo que busca.

 

 

 

 

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