Marruecos 09 03.09
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Volver a Marruecos cada año a ver si las cosas
siguen en su sitio adquiere un aire familiar como la navidad.
Aquí las matemáticas no son exactas: ¿Cuántas
personas caben en un banco del parque? ¿Cuántos adultos, niños y cestas caben
sobre una motocicleta? ¿Dónde exactamente está el cyber que asegura mi
contertulio que vaya todo derecho y después a la izquierda?.
En Tánger no saben de la crisis actual porque
están en crisis desde los cincuenta cuando dejó de ser internacional y se fueron los famosos.
Solo quedó Bowles y ya murió.
También ha muerto el restaurante Romero (un
lugar de referencia para comer pescado), que ahora abre solo por las noches con
putas y pescaíto para los adinerados.
El hotel Miramar está cerrado y el Mauritania
cochambroso, este último en sus buenos tiempos tenía más actividad que todo el
barrio chino de Valencia.
Voy al café de al lado para hacerle un homenaje
y me encuentro con un camello que, como estrategia de marketing está fumado
todo el día para atraer clientes. Después de larga introducción acabo
comprándole cinco euros de una calidad superior. Nuestro camello favorito habla
español, ha estado en Alcoi, vaya paradoja, en las fiestas de moros y
cristianos, de moro, naturalmente.
En el Zoco Chico, una familia con posibles le ha
comprado al abuelito una silla de ruedas con motor eléctrico y se han ido todos
juntos a una plaza adoquinada donde en mi primer viaje estaba la estación de
autobuses adoquines no facilitan la conducción, todos los miembros de la
familia tienen la solución y el abuelo empieza a agobiarse ante la expectación
general.
Un rato después tendré que esquivar al abuelito
en una cuesta donde baja el solo a toda velocidad atropellando puestos
callejeros.
Los niños que no pudieron subir a una patera ni
camuflarse en camiones para pasar el estrecho se han hecho mayores, no regresan
al pueblo posiblemente por vergüenza y
andan como zombies por las proximidades del puerto inhalando colas, pidiendo
para comer y vendiendo lo que pueden: hachís o su cuerpo a pedazos. Algunos han
perdido el norte y están seriamente trastornados.
La Casa de España es un buen lugar para beber
vino y disfrutar de un buen pescado. Allí acuden los españoles y algunos
infieles musulmanes a beber alcohol y a recomendarse prostíbulos. Aunque
después de volar por los aires la Casa de España de Casablanca no es el lugar
más recomendable, se come bien.
La verdadera transformación de la ciudad la
están llevando a cabo las llamadas clases medias, empleados de fábricas
textiles con horarios inhumanos y un sueldo fijo aunque cortito (200 a 300
euros/mes), electrodomésticos a plazos y los niños a la escuela. Pero esta es
una población que solo se le ve los domingos con el picnic y lo inundan todo.
Los cañones del mirador junto al Café Paris
(pobrecito que deteriorado), que antes apuntaban a España, ahora apuntan al
interior sin que nadie me explique porque.
Sales a la carretera y comienzas el tour. Cuando
ves a uno sentado bajo de un árbol junto a la carretera fijas la imagen porque
algo te dice que dentro de diez días, cuando regreses, seguirá allí, viendo
pasar los coches y su vida.
Este año opto por carretera y ciudades pequeñas
poco turisteadas donde espero que el personal este menos picardeado.
Cuando el trayecto es largo suelo subir algún
oriundo en auto stop y establecer contactos con los más desfavorecidos. Ante
las dificultades con el lenguaje les hago entrevistas. En la zona bereber, más al sur, les pregunto
sobre frecuencias de actividad sexual y los nueve primeros (el cien por cien),
me asegura sin indicios de presunción,
que lo hacen todos los días, y algunas noches tres y cuatro veces. Así se
explica que los pueblos queden desiertos a las nueve de la noche.
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