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cuidadokechema

Mirando al mar 08.02

 

 

Desde que dejaron de renovarle el contrato, las mañanas eran vacías: sin ánimos para volver a hacer tumbing en el sofá como pocos años antes en una adolescencia de mando a distancia y pocas duchas. Sin ganas de colaborar en asuntos domésticos pese a las llamadas de socorro de su madre.

Sin intimidad en su habitación donde las incursiones con cualquier excusa eran frecuentes: ni la radio, la tele,  los videojuegos,  comics, mensajes de móviles ni todos los artilugios que la clase media pone al alcance de sus retoños podían distraerle: hacer pasar tiempo más deprisa para acercar el encuentro con los colegas a su salida del trabajo o de la facultad, con la relación estable haciéndose añicos porque yo no sé que te pasa pero estás muy raro y no me haces cariños ni me abrazas como antes que ya me estoy pensando que debemos tomarnos unas vacaciones, pero comprende que no me han renovado el contrato y estoy como triste y si no quieres compartir mis momentos de tristeza y solo me quieres para la fiesta tal vez tengas razón y debamos tomarnos unas vacaciones de cariño pero yo continuaría con el sexo porque si no me voy a poner peor, lo que me faltaba, nunca hubiera pensado que en situaciones difíciles solo era un agujero para ti, mejor que nos tomemos las vacaciones pero larguitas, chaval.

Todas las mañanas sale a la calle con las manos en los bolsillos y la mirada en el suelo, tropezando a menudo con jubilados o amas de casa a su regreso de la compra con infinitas bolsas de plástico, pero hoy, escarbando en los bolsillos ha localizado un bonobús y decide acercarse al puerto, porque está el mar que siempre ayuda y porque siempre ha pensado que es una bonita postal la de un joven triste sentado en la escollera escupiendo a las olas.

Toma el bus y se sienta con la mirada perdida en el cristal sin reparar que una señora de edad se sienta a su lado y empieza a hacer comentarios sobre el cambio climático y la inflación. Debía estar hablando dos o tres paradas y no había reparado que se estaba dirigiendo a él: se vuelve, la mira y asiente con la cabeza en el convencimiento de que su interlocutora percibiría su dejadez, su apatía ante el mundo y sus problemas y dejaría de hablarle, pero entonces ella, mirándole a los ojos le pregunta tú crees que se puede ser santo sin creer y a continuación te parece que las putas son inteligentes o al menos felices y nuestro héroe se queda seco al instante, la mira de arriba abajo, debe tener como cuarenta o más pero arregladita y las tetas grandes (siempre la costumbre de comenzar a mirar hembras por el pectoral), cierra los ojos un instante  y piensa en hacer sexo salvaje con ella que algún amigo ha tenido experiencias parecidas y después son insaciables y la pareja estable se desestabilizó y aquí no hay quien meta, pero recupera el aliento y le contesta no sé señora yo tengo bastante con lo mío, ella cogiéndose a lo más ardiente del clavo le pregunta si no es molestia qué es lo suyo y F que así se llama prefiere quedarse en su pozo negro y echando mano de salidas frecuentes en la adolescencia le pide que le deje en paz que no nos conocemos de nada cerrando el capítulo, pero hay por parte de la señora un nuevo intento en su afán comunicativo y le ruega una última pregunta usted cree que los gobernantes lo saben todo de nosotros y F decide directamente bajarse en la próxima que es la cuarta antes del puerto aceptando la obligación de caminar un largo trecho y despejarse de tanto agobio mañanero.

De nuevo caminar, de nuevo manos en bolsillos y mirada baja, pero ahora su cabeza se ha vaciado del vacío y se ha llenado de señora y sus pensamientos van desde los santos a las putas y desde estas al gobierno en un triángulo existencial de tres puntos cardinales entre los que ubicarse la vida o el pensamiento, debe ser bruja, piensa F o adivina porque me ha dado donde más duele, me nombra los santos el mismo día en que mi madre dice que hago vida de santo, habla de putas cuando llevo sin meter dos semanas y me remite al gobierno, responsable seguramente de la no renovación de mi contrato, qué sabe esta mujer de mí, se tratará de una mafia que va captando gente para convertirla en correo de coca viaja que te viaja en avión y venga de dinerito fácil hasta pudrirte en el talego o tiroteado, eran estrategias para ligar como mi amigo con la casada que apareció como discreta y sencilla y terminó secándole los depósitos de semen en un furor uterino que ni en las películas, o tal vez simplemente una persona solitaria con ganas de comunicarse con alguien, teléfono de la esperanza se me nota que estoy echo polvo triste como un  lord Byron  sin contrato que lo único que deseaba esta mañana era crear una postal de joven triste mirando al mar soñé.

Conforme va acercándose al puerto comienza a cambiarle el aspecto, está preocupado por alguien que no conoce de nada, ventajas de la ciudad sobre el pueblo donde todos se conocen y un caso así viene precedido de una amable ficha consensuada, no le hagas caso que es una colgada o ya te daré detalles, pero no le des cuartel que marea mucho,  porque me ha elegido a mí, tiene el asiento reservado o habrá tomado aquellas pastillas que los médicos recetaban a las señoras metidas en kilos para adelgazar y les daba por hablar convirtiendo las tiendas en gallineros con sus incontinencias verbales desde el principio de las mañanas porque íbamos a entrar en Europa  y no estábamos presentables, o a lo mejor iba de ácido que estas de cuarenta vivieron lo suyo en los finales de la dictadura y quedaron colgados de la parra un porcentaje nada despreciable, como mis amigos que se hacen los canutos con papá aquí no pasa nada, en realidad no debe de tener hijos o no le hacen caso y me ha querido tomar como hijo para desarrollar instintos maternales y darme consejos para después echarse a llorar en mi hombro y pedirme un polvo de consolación, siempre pensando en lo mismo y es que la castidad no es lo mío y sin dinero para pagarse un arreglito de estrene porque siempre me he definido contrario al comercio sexual que el amor es el amor y el dinero es el dinero.

El trayecto se ha hecho corto y F está mirando al mar en una de las piedras, lejos de la ciudad con barcos que entran salen cargan o descargan, ruidos de máquinas ahogados por el de las olas acostumbradas a ahogar y rebusca entre los rincones de los bolsillos para buscar una china cuando recuerda que se la terminó anoche y le propina una patada a la piedra de la derecha entre la impotencia y el conformismo haciéndose daño y comprobando una vez más que en los estados de ánimo negros o al menos oscuros, el dolor te devuelve a la realidad y, sin querer le viene a la boca su canción de los días grises del alma, cuya verdad es, tal vez, el único consejo entre miles de ellos que ha aceptado de su padre: tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor.

F no sabe cuanto tiempo lleva mirando las olas, tampoco sabe si tiene hambre, sed o ganas de orinar, está como ido o venido en aquel ir y venir del mar a sus zapatillas,  no lleva reloj, para que, tampoco ha tomado como referencia los barcos y sus desplazamientos o cargas  y descargas para tener una noción del tiempo transcurrido desde su llegada a la escollera, algún amigo le había hablado de que a veces la gente se coloca sin fumar y entra con solo el poder de su mente en estados parecidos de soñar despierto, de trance pret a porter yo me lo guiso yo me lo como, igual que en aquella acampada en que hicieron fumar a los pequeños un porro de poleo haciéndoles creer que iba en serio y los chavales se colocaron y empezaron a ver colorines por la cara, pues no está mal, colocado gratis como rebajas institucionales para los contratos no renovados, tendrá razón la señora que el gobierno lo sabe todo y han decidido darme un premio de consolación o será cosa de dios, o acaso el gobierno y dios son la misma cosa.

Cierra los ojos un instante para disfrutar el asunto y cuando decide abrirlos se encuentra sentada tres piedras más arriba a la misma, si, la misma señora del autobús que de la misma manera que F mira las olas con la mirada perdida.

Tras dos escalofríos (uno para asegurarse de que se trata de la misma mujer y el segundo para comprobar que está sentada allí), la mira de nuevo, no recuerda si lleva puesta la misma ropa porque no se había fijado en la ropa, pero parece la misma y a F le invade un sentimiento de culpa, de haberla tratado mal, de no intentar ponerse en el lugar del otro, de pensar en algo que no sea en sí mismo, de ser insociable y vuelve a mirarla escrutando todo su cuerpo y a la vez incómodo porque su presencia acaba de romper su postal construyendo otra nueva o dos postales en una, se hace un silencio de ruidos de olas y máquinas que ella rompe en un tono de voz que F identifica como el del autobús y cuyo contenido vuelve a ser el disloque del clima que deja a F perplejo y mudo, pero ahora no asiente con la cabeza, sino que sube y baja dos veces los hombros dejando aparecer una leve sonrisa de las de no dar confianza absoluta sino insinuar posibilidades, vuelve ella a insistir sobre las subidas de precios descontroladas por la llegada de la nueva moneda y el abuso de intermediarios y comerciantes en general y F repite lo de los hombros dejando que la sonrisa sea un poco más abierta que en este caso suele confundirse con vamos a darle la razón no sea peor el remedio, y entonces ella le pregunta si las putas son inteligentes o por lo menos felices lo que provoca en F un cambio radical en su sonrisa que desaparece dando paso a una expresión neutra que en realidad es de curiosidad con dosis de pánico porque acaba de comprobar que, al contrario de lo que suponía, ella no lo ha identificado como el mismo joven del autobús y por tanto está comenzando la historia como si no hubiera antecedentes y se tratara de otro joven, otra persona y F se siente con ventaja en la transacción verbal porque él si  la ha identificado y sabe que se está repitiendo, que es lo mismo que ocurrió hace no sabe cuántas horas antes en el trayecto hacia el puerto, o todo ha sido un sueño y está sucediendo por primera vez, habrá que llevar cuidado con los colocones caseros que parece que pueden tener efectos imprevisibles.

La mujer, al igual que la primera vez, no espera respuestas y vuelve a insistir con  que posiblemente el gobierno que ya para entonces es dios, lo sabe todo sobre nosotros añadiendo que no se puede engañar y que el ministerio central de inteligencia es el de hacienda y por eso hace declaraciones paralelas de las que solo se libran los amigos, familiares y allegados de los que mandan a lo que F responde por primera vez si probablemente y la mujer se emociona al oír su voz añadiendo una cuestión más al repertorio que no estaba en el guión de la primera vez, se acerca una piedra  a F y mirándole directamente a los ojos por primera vez le pregunta de qué están hechos los sueños, F se queda con cara de guardia real británico, piensa que desde la mas profunda incomunicación, aquella mujer le está tocando fibras muy sensibles, le mueve los cimientos que F creía seguros, la mira fijamente, se acerca hacia ella inclinándose y le contesta: de nubes, los sueños están hechos de nubes, hace una pausa, endurece el tono de voz y concluye:

 bájate las bragas.

 

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