Blogia
cuidadokechema

Palermo 03.11

Lo que mas sorprende a primera vista llegando un fin de semana es que han habilitado las calles principales del centro de la ciudad para poder hacer lo que aquí se llama ‘’la paseiggiatta’’ : todo el mundo sale a mirar y a ser visto y, como siempre en Sicilia, los chicos con los chicos y las chicas con las chicas.

En general por la mañana son jóvenes y algunos maduros y por la tarde las familias al completo. Es sábado por la mañana de un día gris y la mayoría viste tonos oscuros y de negro con lo que, dada la cantidad de gente que hay, parece una manifestación de hormigas gigantes.

De pronto aparece un señor que pasea solo y viste traje blanco con chaqueta de botones cruzados, zapatos y calcetines blancos y un sombrero blanco de ala muy ancha. En la mano un paraguas blanco le sirve de bastón porque aunque amenaza lluvia de momento no cae.

Anda todo tieso con una actitud de superioridad  arrogante que nos indica que no se trata de una estatua de las ramblas ni de un cómico con ganas de transgredir: la cosa va en serio y cuando en su caminar se tropieza con un grupo de gente  que charla en la calle, se apresuran a dejar un pasillo para que el caballero no detenga el paso.

Me pregunto si se habrá escapado de un libro de Lampedusa, y si esa resolución en su andar no es para volver pronto al libro del que salió sin avisar.

 

Por lo demás, Palermo tiene un cierto orden en el absoluto caos. Los conductores se asemejan a los bonaerenses (atropelladores en potencia que no solo no te evitan sino que van a por ti).

Los pasos de cebra solo sirven para gastas pintura blanca, y, cuando he conducido y he parado en uno de estos pasos para que pase alguien todos se han acercado al coche para darme efusivamente las gracias.

Mi contacto en Palermo (un conocido de mi anfitrión de Trápani), me recomienda no discutir con el que casi te embiste sobre todo cuando el conductor va acompañado de una mujer: entonces se crecen y suelen salir del coche a gritarte muchísimo y a mover constantemente los brazos como aspas de molino.

Pero Palermo también es una ciudad mediterránea, hermosa y llena de contrastes. Los estilos arquitectónicos se mezclan como en una ensalada y a numerosos edificios únicos en el mundo les han puesto al lado un poco de especulación, pero cualquier cosa se puede esperar de una ciudad cuyo mejor teatro se llama Massimo y tiene un barrio (y un mercado) llamado Il Capo.

0 comentarios