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cuidadokechema

Brunei 3.15

Estos no lo ponen fácil. Ya en el aeropuerto de Bangkok, desde donde tengo que ir a ese país me preguntan cosas habituales como cuando dinero llevo encima y otras menos habituales como cuánto dinero hay detrás de mi tarjeta de crédito.

Me piden mi billete de regreso a España que está en mi maleta y lo ponen tan complicado que les pido que me devuelvan el dinerito que paso de ir.

Parece que decide bajar la presión y me dejan subir al avión, y allí ocurre el primer flipe: antes de dar las instrucciones de seguridad, la pantallita se pone a rezar y todo el mundo se pone en posición (sin dejar de estar sentados, faltaría más que se arrodillaran). La inmediata es un ataque de risa que tengo que controlar porque siento verdaderamente miedo de ponerme a reír en esa situación.

Nos sirven cena en el avión y cuando me pregunta que quiero para beber le digo que vino y la azafata que lleva gorrito y velo pone cara de alucinada. O sea que no, cerveza tampoco, porque en ese país no hay alcohol. Tampoco hay parlamento, ni partidos políticos, ni elecciones, ni sindicatos, ni prensa libre, ni gente gay. La cosa funciona como le sale del zirivingingui al sultán, que es el que manda.

Tienen petróleo por maldición y todo son autopistas iluminadas, señalizadas cada cien metros y poderío muchas veces hortera para cuatro gatos: cuatrocientos mil.

La mano de obra barata la pone Bangla Desh a precios de saldo, sin atención médica gratuita como los ciudadanos de allí, ni casi ningún derecho, y a la mínima te vuelves a tu tierra que no queremos problemas.

En fin, una ganga.

 A los ciudadanos de Brunei no se les ve, o están conduciendo super-coches sin impuestos a 30 céntimos de euro el litro de gasoil o en los centros comerciales. Calles desiertas donde solo ves a la mano de obra barata que no tiene para un coche. Así que no me puedo pronunciar sobre si son guapos o altos porque no se les ve.

Los viernes a las doce se cierra todo y acuden a la mezquita a rezar hasta las dos. Cerrar todo quiere decir todo.

Pero no se puede tener a la gente tan reprimida y justo nada mas cruzar la frontera con Malaysia está Miri que es como Perpignan para el franquismo: allí los Brunei people encuentran alcohol y lo que necesitan.

La frontera  es la más amable que he pasado por esta área, claro que voy con alguien de Brunei, pero para mayor consuelo, Malaysia es más barata.

Por aquí también están desarrollándose los chinos que tienen casi todos los hoteles, muchos restaurantes y muchísimos negocios. A ver quien para a estos.

De  pronto, todos los coches  de la carretera se apartan y pasa a toda máquina un desfile de cochazos de cristales negros con dos motoristas delante y otros dos detrás. Pregunto si es el sultán y me explican que solamente es un familiar.  Y es que no hay nada como la familia.

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