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Panamá, abierto en canal 10.15

Siempre se habían buscado la vida sin mirar demasiado las líneas que separan la delincuencia.

 

 Así matriculaban barcos que después se dedicaban a cosas raras, tenían algunos bancos dedicados a deportes delicados, escondían o daban asilo a todos los gobernantes que salían por piernas de los países vecinos o surtían de contrabando a quien se lo pedía, especialmente de noche y principalmente por mar como pude comprobar en Puerto Lópes de Ecuador hace unos años cuando casualmente toda una comarca se quedó sin luz para facilitar el desembarco.

 

Pero de pronto se cumple la fecha en la que el canal deja de ser gringo, y, salvo alguna tarea puntual de mantenimiento (detienen y encarcelan en los Estados Unidos a un presidente de Panamá políticamente incorrecto), los gringos se van dejando la gallina y los huevos de oro para los panameños.

 

El bienestar de este país ha nacido con el siglo y ahora son adolescentes con pasta y ese y no otro es el perfil colectivo.

 

Aquí están acudiendo de todas partes gentes para hacer dinero. Especialmente de Venezuela donde las cosas se están ‘’madurando’’ deprisa.

 

Si pueden vienen con divisas y se montan negocios o compran pisos y se distinguen de los otros inmigrantes, generalmente nicas o colombianos que vienen con lo puesto.

 

Los gringos dejaron el canal en 1999 y firmaron todos con sangre que pasara lo que pasara en este país el canal no se pararía. Y así les va. En lo que llevamos de siglo les está entrando dinero por maldición.

Fueron tantos años con los gringos de inquilinos que asumieron sus costumbres. Así no encuentras lugares para comer gastronomía panameña, solo fast food de multinacionales.

Hasta asumieron lo de celebrar el día de acción de gracias y comer pavo (con el calor que da a 35º).

 

Agradecidos y emocionados les dan las gracias por venir y por dejarles el canal después de ordeñarlo casi cien años.

 

Pero no hay que copiar demasiado para no resultar fotocopia del otro, y en lo referido a las ganas de trabajar de los gringos y su actitud ante el trabajo, esa parte se la saltaron. Y es que como dicen los andaluces, ‘’con estas calores no apetece más que refrescarsen’’

 

 La ciudad de  Colón me dio una impresión de suciedad y peligro que hacía tiempo que no sentía. Constantemente venían a decirme que cogiera un taxi para moverme y que estuviera cerca de la policía.

 

El ambiente punkie se acompañaba de una duradera -al parecer- huelga de recogida de basuras con las ratitas paseándose por los montones de desperdicios y las zonas verdes llenas de plásticos.

 

No están acostumbrados a ver turistas o visitantes. La industria turística es prácticamente inexistente. Cuando descubres que eres extranjero te preguntan en que empresa trabajas o si has venido a invertir.

 

Cuando salgo de mi alojamiento en ciudad de Panamá con maleta todo el mundo me pregunta si voy de viaje y a donde voy.

En Bocas del Toro, unas islas turísticas casi en la frontera con Costa Rica, las infraestructuras que hay para recibir a los visitantes son muy básicas y agradezco que sea temporada baja porque si viene un golpe de gente no podrían gestionarlo.

 

La  moneda oficial es el balboa, que equivale al dólar que es con la que funcionan. Ellos solo han acuñado algunas de las monedas de centavos aunque las monedas de USA también funcionan.

 

La moda tan sudamericana que consiste en meter todos los kilos de tocino que se poseen dentro de unos pantalones ajustadísimos y apretar mucho el pecho para que en todo momento parezca que van a salirse del sitio, en Panamá es más acentuada. Hay mucha gente con sobrepeso pero casi todo el mundo lo quiere embutido en siluetas inverosímiles por detrás. Por delante el formato de mulata pechugona.

Uno se pregunta si esos pantalones tienen una tela especial o reventarán alguna vez cuando se baile o se muevan con más soltura.

 

Ya hacía tiempo que no veía niñas de cinco o siete años con la boca y los ojos pintados y la carita con crema. También a veces con tacones.

 

Y es que el Caribe es provocación y dar rienda suelta a los instintos. No así a las carnes todas embutidas en esos pantalones mágicos formando siluetas extravagantes, sin dejar ni un gramo a la imaginación.

 

 

 

 

 

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