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cuidadokechema

Camboya 03.16

Los camboyanos son una talla menos que los thai. Parece que el grado de desarrollo los hace un poco más grandes y esos pobres no han podido desarrollarse mucho porque siempre estuvieron en guerra.

Ser los más pequeños de una zona donde todos son pequeños tiene sus ventajas: en una mesa familiar donde nosotros cenaríamos cinco o seis personas ellos pueden ser una docena.

En general aparecen en grupo, como en las películas de kárate que cuando atacan al bueno son más de veinte, y en los días de fiesta se bañan en el mar vestidos, sin quitarse nada. Alquilan o se traen de casa cámaras de coche hinchadas y suelen usar trozos de playa en exclusiva, o tal vez los turistas no les debe parecer buena compañía, el caso es que se bañan aparte.

Las playas adorables y el pescado exquisito. Y cuando estás flotando aparece el inevitable hombre al que le falta algún miembro, víctima seguramente de las minas personales, tema este en el que los camboyanos son campeones.

Si lo que falta es una o las dos piernas se ponen un plástico grueso atado con una cuerda y van arrastrando el casi-miembro produciendo un sonido que acaba por resultarte familiar. Se pone ante ti y espera que le des algo.

Supongo que no debe haber ong’s suficientes para tanta prótesis, o que hacen como un cojo en México d.f. que llevaba la prótesis en la mano y a la pata coja se acercaba a los coches a pedir limosna. Nunca se sabe, pero hemos visto tantos reportajes de organizaciones que hacen prótesis que uno no sabe que pensar.

Junto con Laos, Camboya recibió todas las bombas que sobraban de bombardear Vietnam del Norte así como numerosas incursiones tanto de los buenos como de los malos y todavía quedan extensiones considerables sembradas de minas antipersonales: un regalito de la historia reciente.

Siempre tuvieron turismo en los templos de Ankhor, pero ahora lo están desarrollando por las playas del sur, donde algunos, bastantes jubilados europeos y australianos se están instalando para recibir la paga y administrarla en otra moneda más conveniente.

La capital no acaba de adaptarse a la cosa turística y es un poco caos. Las aceras son usadas para aparcar y no tienen semáforos, así que te toca hacer turismo-aventura cada vez que sales a dar una vuelta.

Los salarios son tan bajos que siempre tienen más gente de la que se necesita. Así ceno en un restaurante donde somos cinco clientes y como los empleados se ponen también a cenar (salvo los que nos sirven), los cuento: catorce.

 

 

 

 

 

 

 

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