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cuidadokechema

Roma 05.16

Los directores de cine neorrealista no tuvieron que esforzarse mucho para encontrar argumentos. En Roma, con solo mirar a la gente ya se te ocurren mil historias.

Sigo sin saber por donde pasa la línea que divide a los italianos del norte (laboriosos, elitistas. . .) y los del sur (mafiosos, semidelincuentes. . .), pero lo que sí está claro es que esa raya pasa por Roma, y no es como en Berlín que era física. Aquí cambia de posición a cada rato, seguramente porque la raya va contigo.

Se nos va endureciendo la piel con las cosas que pasan y empezamos a ver como normal que en una ciudad europea hayan soldados del ejército con fusiles de asalto en cada estación de metro, en cada museo o iglesia de visitar.

Una vez lo tengamos interiorizado ya no necesitarán la excusa del terrorismo para vigilarnos. Que miedo!

Tienen un buen transporte y parece bien planificado, pero siempre es caótico: tanto si se trata de bus como de metro, las aglomeraciones son excesivas, con muchísimo roce, donde los romanos y los llegados de fuera, cuidan antes el bolso que sus partes nobles, dejadas al azar entre otras similares, expuestas a la bondad o  maldad de los extraños.

En los vuelos baratos, sobre todo en el transporte en bus entre los aeropuertos y la ciudad, se ha dejado en manos del mercado, que, como dicen los políticos, es sabio.

Parece que el mercado ha elegido el formato ‘’refugiados’’, con el que últimamente está familiarizado y aquello tiene momentos realmente dramáticos, donde las ambiciones de las compañías y la picaresca italiana dejan su huella.

En el viaje de regreso coincido con una pareja española con evidente sobrepeso y que sobrepasaron la línea de los cincuenta que me dan un ejemplo de solidaridad, amor y apoyo mutuo.

Al despegar, la mujer se pone nerviosa (parece que es habitual), entonces el marido mete su mano directamente en los genitales de su esposa apretando con fuerza (los supongo casados porque se trata de una conducta habitual y rutinaria, ausente del factor sorpresa), y ella se agarra con igual fuerza al brazo solidario como para que no  abandone su tarea.

Ponen un suéter encima para que no quede muy descarado, y cuando observan que yo pongo cara de no extrañarme de nada, continúan.

Una vez el avión normaliza su  vuelo, las manos vuelven a su lugar de origen hasta el aterrizaje donde vuelve a ocurrir, aunque con menos intensidad.

Toda una lección de comprensión, comunicación y apoyo mutuo.

En mi interior les doy las gracias por haberlo visto.

 

 

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