Asunción 11.11
Dos días después me entero del porque de la ciudad desierta. Como en otros lugares de Sudamérica, en Paraguay, en los días de elecciones no se puede vender alcohol desde 24 horas antes y se cierran todos los bares hasta una hora antes de cerrar las urnas, que aquí parece que los fines de semana la gente gusta de beber.
Lunes mañana ya las calles se llenan de gente, y todo reviste una cierta normalidad.
Las aceras de las calles principales están llenas de gente vende-todo y calor y viento como en nuestros mejores días de poniente.
Me siento en una terraza a tomar un café y de pronto gente que corre y delante justo de mi mesa un policía apuntando con su pistola a dos presuntos delincuentes a los que les ordena que se echen en el suelo y ellos que no.
Al principio, por la falta de costumbre, no me lo creo, pienso que será una película, pero aquello va en serio. Todo lo discretamente de que soy capaz, me levanto y rápidamente un señor que también quería tomar un café se sienta en mi sitio donde puede disfrutar del tema en primera fila.
Los buses son inenarrables, desvencijados, piezas de museo. No aptos para quien no tenga todos los huesos sólidamente situados en su lugar. No deben tener embrague porque no arrancan: saltan, y tampoco deben tener amortiguadores. Aunque vayas sentado tienes que agarrarte a algo porque corres el peligro de adelantar varios lugares en un arranque o un frenado. Y hacen un ruido infernal, pero le dan un color a la ciudad.
Algunos conductores se decoran su espacio con detalles inverosímiles: colgajos, tejidos acabados en borlas como de mesa camilla, estampas de santos favoritos, etc.
Constantemente están subiendo vendedores de cualquier cosa imaginable: botellas de aceite, bolígrafos, destornilladores,
fruta . . . lo mismo que en las calles importantes que son cambistas de divisas o vendedores de relojes de lujo.
Todos los establecimientos que se precian tienen un pistolero en la puerta, y ahí valen todos los formatos, desde solo porra hasta pistola y fusil, pero todos ellos con chalecos antibalas. Algunos son muy jovencitos y no te los imaginas de balasera.
En la puerta del que será mi tercer y definitivo hotel hay un pistolerito con pistola y fusil. Es muy joven y le pregunto por su edad. Se toca la pistola y me contesta: ‘ya tengo la edad’. Sin comentarios.
Los hay con varios tipos de uniforme, policías y ejército que deben ser para centros oficiales y bancos y los demás parecen de compañías privadas.
Parece que deben tener serios problemas con la corrupción (y quien no), pero en estos lugares no es como en Valencia. Según el periódico de hoy, en las dependencias judiciales ha ido la policía y se ha llevado a veintidós funcionarios acusados de cobrar a la gente por hacer lo que tienen que hacer (se habían hecho grabaciones como prueba). Se ha organizado un pequeño alboroto y el resto de los funcionarios han cerrado las ventanillas y se han manifestado en la calle cortando el tráfico en protesta por las detenciones, alegando que a un asesor de un ministro lo grabaron cobrando cinco mil dólares y la justicia lo ha exculpado. Sin comentarios.
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freddy -