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cuidadokechema

Paraguay-2 11.11

En Asunción la calle es de los conductores y tanto los buses como los coches son máquinas de matar, siempre terminas corriendo al cruzar la calle. Los periódicos están tratando de mentalizar a los conductores para inculcarles un poco más de humanidad, pero la cosa es de infarto.

La corrupción ocupa el primer plano en la prensa y cada día salen nuevos casos a todos los niveles: en el ejército, en el ministerio de sanidad, en los funcionarios de justicia de la crónica anterior,que, por solidaridad, o así lo entienden ellos, se niegan a volver al trabajo hasta que no suelten a sus compañeros corruptos y filmados.

El país es hermosísimo, la vegetación totalmente tropical y las gentes encantadoras, pero en la capital no puedes acercarte al río porque te encuentras una especie de favela (aquí se llama chacarita) donde no entra mas que el ejército.

Los últimos días con lo que parece ser el cambio climático, la cosa de salir se pone difícil (estamos a 38 grados húmedos) y lo del aire acondicionado se hace imprescindible. El tiempo se está adelantando dos meses.

Tienen un pescado de río extraordinario, el surubí, y anoche lo pedí en un restaurante de lujo. Me dijeron que para conservar la especie hay unos meses que no se puede pescar. Yo lo había comido cinco o seis veces en otros restaurantes de menos categoría y así se lo hago saber al camarero. Me contesta que también en el surubí hay corrupción: no se libran ni los peces (pescadores furtivos, ilegales comprando y vendiendo surubí...)

Me acerco al puerto que se puede uno acercar y, ante la ausencia de barcos-golondrinas para pasear turistas, me voy en una barquita minúscula, que cubre el trayecto con un pueblo (Chacoí), distante a unos 40 minutos por río, con pasajeros del pueblito. Como es un viaje totalmente Murphy, se monta enseguida una tormenta y aquello empieza a moverse más que el látigo de la feria de navidad.

Le pregunto si estamos en peligro y dice que de momento no, y  lo de los chalecos salvavidas debe ser que no ha salido la ley todavía.

Pretendo hacerme un café en el pueblito y regresar con otro crucero de estos y me dicen que no hay bares, que si no me invita a café algún vecino que me haga la idea de que no tomo.

Cuando termino mis travesías termina la tormenta y sale el sol: Murphy total.

El río Paraguay es de una magnitud que con uno así regábamos toda España y  mandábamos agua a los saharauis que no les vendría mal con los tiempos que corren.

Están tan familiarizados con las armas que cuando me pongo a hacerme un cigarrillo a mano me preguntan si me lo armo yo solo.

 

El presidente se está poniendo malito y hay rumores de ‘ruido de sables’ así que saco mi boleto para el siguiente destino esperando que no se me muera antes de salir para Bolivia.

 

Decido hacer el trayecto en avión porque el chaco está con alerta de dengue y tendría que hacer una noche en alguna de esas colonias que fundaron los alemanes por esa zona. Otra vez será.

Al salir y hacer  balance, la verdad es que Paraguay es guay, pero no tan guay.

 

 

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