Segundo crucero 10.11
La salida para el tercer trayecto (Tabatinga – Manaos) de tres días y tres noches de duración ya empieza a parecerse a lo que se da en llamar turismo de aventura.
Es aventura que tras comprar el billete un día antes y llegar con el maletón, mi motocarrista de turno y 40º muy húmedos de sudarlo todo, el mismo señor fácilmente identificable porque solo tiene dos dientes, me aborde antes de subir al barco para decirme que hay problemas y que el barco en lugar de salir el sábado sale el miércoles, pero que hay otro que cree que sale hoy y que pregunte en el muelle de mas arriba.
Y allá nos vamos el maletón, mi motocarrista, con el que he renegociado el precio y los 40º.
Es aventura que en el nuevo barco me digan que como los camarotes son de dos camas que tengo que pagar las dos.
Colmado de dignidad y totalmente empapado en sudores pido hablar con el capitán. La empleada chapurrea en portugués con su otra auxiliar y al final consigo pagar una cama.
Como todas las cosas no pueden ser negativas, al partir compruebo que la otra cama no se ha vendido y tengo un camarote para mi solito. Además tiene aire acondicionado y el agua está turbia pero no demasiado negra: esto si que es un crucero de lujo.
Los barcos brasileños están mas humanizados que los peruanos (al igual que sus países respectivos): tienen agua potable gratis para beber y la gente de las hamacas come en plato y no en fiambrera comprada por ellos.
Son más limpios y los brasileños no suelen tirar todo al río como sus vecinos peruanos.
La comida está buena y el volumen de la música permite hablar.
En las paradas, al contrario que sus vecinos, aquí no dejan subir a los vendedores a bordo y si quieres algo tienes que bajar.
El capitán me confirma que el mes pasado unos piratas asaltaron uno de estos barcos y que una señora y un joven que se negaron a darles la plata recibieron un par de tiros de regalo en la cabeza. Después los piratas desaparecieron con el botín, aunque, según el capitán, ya atraparon a uno de ellos (más aventura?).
En la triple frontera, al Amazonas se le une el Putumayo y se hace más grande si eso es posible. Hoy charlando con un colombiano le pedí que me calculara la anchura y me asegura que entre tres y cuatro km.
Los trayectos se hacen cada vez mas rectos y a veces, si no fuera por la ausencia total de oleaje, parecería que estamos en el mar.
Pero la aventura mas excitante es cuando por la noche te acercas a algún lugar iluminado y te empiezan a aterrizar bichos, generalmente voladores, por la cabeza o el cuerpo.
Entonces conviene haber hecho amistad con alguien de la zona para que te explique de que animalito se trata y si viene o no con buenas intenciones.
Aunque la mayoría son pacíficos, hay una especie de cucarachas grandotas con alas grandes también que hacen un ruido como de helicóptero de juguete que me ponen de los nervios: hay que ir por zonas poco iluminadas.
Navegando se nota menos, pero, como bien dice García Márquez, ‘’aquí hace tanto calor que las gallinas ponen los huevos fritos’’.
Agradeces que el día sea nublado o que caiga de vez en cuando un diluvio instantáneo que refresque un poco.
Los extranjeros (todos menos yo en hamacas) que viajan son de lo más variopinto: un sueco que hace ocho meses que salió de Chicago, donde trabajaba y cuando termine el Amazonas se va a hacer las Guayanas; un neozelandés que vive en Pekín y desde Manaos se va en moto a Bolivia (las motos vienen sobre el barco); un suizo que viene de Colombia y luego ni se lo ha pensado donde irá, una sudafricana que desde Manaos irá a Sao Paulo para regresar a su país, etc.
Buenas gentes que no parece que tienen intención de hacer viajes organizados.
Naturalmente yo soy el mas viejo con mucha diferencia. Y esa es la explicación que les doy cuando me preguntan porque no duermo en una hamaca con ellos.
Poco antes de llegar a Manaos, el 'encontro das aguas' donde se juntan sin juntarse el Amazonas y el Rio Negro que viene desde Venezuela. Discurren en paralelo sin mezclarse hasta mucho mas adelante. Tienen distinta velocidad, distinta temperatura y distintos componentes dibujando en el centro del río una linea recta que separa los dos colores.
Había leído que se hacen excursiones para ver ese fenómeno, pero nadie me dijo que lo cruzábamos en este viaje. Otra aventura.
Ahora si que parece el mar.
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Sergio -