Taganga 11.11
A ocho o diez kilómetros de Santa Marta hay un pueblito que era de pescadores, en una bahía de película y protegido de los huracanes por una sierra que es un parque natural llamado Taganga.
Hace algunos años comenzaron a llegar unos jóvenes melenudos a los que los oriundos llamaban ‘los locos’ , hippies gringos, argentinos y de otros lugares y se fueron haciendo casitas artesanales, y fueron construyendo hostales baratos para viajeros sin mucho dinero.
Ahora es un lugar que podríamos llamar turístico si no miramos la costa española, así que hay visitantes pero no demasiados.
Desde la bahía, en medio de la gente que se está bañando salen constantemente barquitos que te llevan a bucear, al parque natural o a otras calas simplemente maravillosas que hay a la derecha.
Los que no se dedican al turismo, pescan y muchos hacen las dos cosas con lo que el pescado fresco está asegurado a unos precios asequibles (ocho euros), acompañado de arroz, rodajas de plátano frito y ensalada.
A veces hay que llevar cuidado porque en el agua absolutamente cristalina no tienen problema alguno en tirar botes de cerveza o vasos de plástico pero ya parece que se están dando cuenta de que ese no es el camino.
En los hostales (hoteles para mochileros), se puede cocinar y casi todos ellos tienen una especie de jardín con hamacas y una pequeña biblioteca.
En la calle venden de casi todo (zumos naturales, arepas de maíz, empanadas o pinchos a la brasa) y los restaurantes son asequibles.
Nada que ver con el caribe de pulsera de plástico, caipirinhas y barra libre que ofrecen cubanos o dominicanos.
Los colombianos, al menos los de esta zona, parece que nacieron gritando y con una cerveza en la mano, y no han dejado ninguna de las dos costumbres.
Son un poco descuidados con el tema de las basuras, pero se les ve buenas gentes: aquí no parece que llegaron los muertos del narcotráfico o de la guerrilla, como parece que tampoco llegan los huracanes que la sierra los protege.
La industria turística está empezando a desarrollarse y todos alquilan hamacas, gafas para bucear o sillas de plástico: como en España en los sesenta.
El agua es cristalina tirando a verde y cuando te metes no lo notas, es decir que debe estar a la temperatura del cuerpo.
Todo quedaba así como idílico, algo sucio pero tranquilo y no muy caro, pero hoy, en una casa que cambian libros (por una módica suma, naturalmente), me encuentro unos españoles cooperantes en Ecuador que se están dando un paseito de regreso al hogar y me cuentan que justo al lado de donde yo estoy alojado, ayer,a plena luz del día, a punta de navaja les robaron todo, incluídos pasaportes.
El señor que cambia los libros, nos aconseja cuando nos atraquen, poner cara de ser mas malo que el atracador para hacerle desistir, pero parece que sus consejos no los acabamos de entender. A continuación, como resumen dice que lo que pasa es que Colombia es Colombia.
Fueron a denunciar, reconocieron en fotos a los malos, se los señalaron a la policía, pero dicen que no pueden hacer nada porque no saben donde viven.
Que los dioses nos libren de los malos y de los policías, que el pescado siga estando fresco y bien cocinado y que no nos encontremos muchas latas de cerveza ni vasos de plástico en las aguas cálidas y transparentes del caribe colombiano.
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esther -